Por Julia Monárrez Fragoso

Las enseñanzas de Ciudad Juárez

Julia Monárrez Fragoso fue una de las creadoras del término “femicidio” y es la más prestigiosa especialista en violencia contra las mujeres. Su formación la adquirió como habitante de Ciudad de Juárez, donde se contabilizan cientos de crímenes de mujeres cada año. A la vez, allí nació un enorme e inédito movimiento de mujeres contra esa violencia. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) declaró responsable al Estado mexicano por los crímenes y la impunidad que los encubre en una causa que la contó como perito. Compartimos su aporte a este informe, dedicado  a la  responsabilidad estatal en los femicidios y la lucha social contra la impunidad.

La lucha contra el femicidio en Ciudad de Juárez representa una de las acciones feministas más emblemáticas del siglo XX, que se expande desde lo local, lo zonal, a lo nacional y lo internacional. Es la lucha de  familiares, sobre todo de las madres, que se resisten a aceptar que sus hijas hayan sido asesinadas. Junto a este dolor, que se convirtió en potencia política, están los movimientos feministas y la academia.

Si bien ya existía el término “femicidio” en inglés, es en Ciudad de Juárez donde este concepto va a poder ser usado con todo el potencial que tiene. Ese potencial significa: que sacó de la vida desnuda a las mujeres en el sentido de que el término homicidio no reflejaba el sexo y el género de la víctima ni del victimario, y lo reviste de una connotación política. Desde ahí se exige justicia.

Por otra parte, el movimiento en Ciudad de Juárez de la primera generación, fue de todos los días: cada día hubo una protesta en contra de la violencia hacia las mujeres. Y eso fue muy importante, como lo fue la presencia de las líderes de estas mujeres, como Esther Chávez Cano, que representó esa voz que exigía justicia, investigación, prevención. Luego se fueron sumando más desde el feminismo, la academia, la comunidad internacional, y esto llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde se hace responsable al Estado mexicano de lo que sucedió en Ciudad de Juárez.

Ha habido muchas formas de trabajar para terminar con el femicidio. Hoy hay movimiento de las colectivas feministas que están en la calle denunciando de forma muy empática, con otros modos creativos de pedir justicia; entre sus consignas destacan: “Los cuerpos de las niñas y mujeres no se tocan, no se matan, no se violan, no se abusan”. Ponen en el centro la sacralidad del cuerpo. Otra de las consignas es: “Señor, señora, nos están matando”, apelando a una sociedad entera, para que no quede sin responder a estos crímenes. Otra consigna: “Si desaparezco o me matan, destruyan todo”. Esto es muy importante porque conceptualizo el feminicidio como una palabra antisistémica, que refleja la materialidad de la muerte, que se expresa en una forma de relación social. Esta relación social en clave de género implica la diferencia de poder entre hombres y mujeres en detrimento de ellas.

Esta relación social implica a otras estructuras sistémicas que se ensamblan y atentan contra la vida: un capitalismo neoliberal que sangra los cuerpos de las mujeres, que depreda el medio ambiente, el crimen organizado. 

Son diferentes sistemas de opresión, desposesión y muerte que, dentro de la racionalidad patriarcal, actúan contra la vida de las niñas y las mujeres, por su condición de género, clase social, raza, nacionalidad, etc.

¿Qué podemos aprender de nuestra experiencia? Creo que nos falta un largo trayecto.

Con once feminicidios diarios en México no se puede decir que hemos avanzado, sino que falta mucho camino por recorrer.

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