Obras que abordan la violencia machista combinando ficción y realidad, rock y medios, textos clásicos y actuales, calidad y asamblea con el público. Las complicidades y preguntas, las identificaciones, las claves del humor: se abre el telón a lo que dicen sus protagonistas sobre el poder del arte. Por María del Carmen Varela
La realidad dispone y el arte propone. Musgo que crece entre las baldosas de cemento, luz que se cuela en la hendija y quebranta la oscuridad, perfume que exhala la flor que crece sobre el barro, el arte brota, ilumina, enriquece. También incomoda y provoca, porque no solo es la máscara que sonríe, sino la que se anima a exponer el dolor.
Y transformarlo.
Estar system: Escena y asamblea
Así como “El Cuarto de Lucía” (instalación que reproduce de forma fiel el cuarto de Lucía Pérez, la joven marplatense de 16 años asesinada en octubre de 2016) es una invitación a recorrer su espacio íntimo, muchas otras expresiones artísticas a sala llena vienen tomando el tema de la violencia machista para situarlo en la escena, reflejarlo, señalarlo y denunciarlo.
Tal es el caso de la obra de teatro Estar System, estrenada en la sala MU Trinchera Boutique en octubre de este año. Con la dirección de la actriz, directora y dramaturga Elisa Carricajo, integrante de la compañía teatral Piel de lava, Estar System es una creación colectiva del Laboratorio de Experimentación de Comunicación y Artes Escénicas de MU Trinchera Boutique que aborda la violencia machista en el ámbito de la música. La particularidad de la obra reside en que el texto fue confeccionado con declaraciones extraídas de los medios de comunicación.
Toda similitud con la realidad es absolutamente intencional. El actor Guido Veneroni encarna a un músico que tuvo su momento de gloria y luego fue “cancelado” por actos de abuso, según se desprende de la trama. Con la intención de limpiar su imagen, concurre a un programa de televisión donde la actriz Sofía Diéguez es la chispeante conductora. “Este material está pensado para abrir preguntas –destaca Elisa–. La sensación es que después de todo el revuelo que hubo a nivel mundial y local, de repente se empezó a hablar de estos temas, se empezaron a ver materiales de otras épocas desde otra mirada”. La conductora de tevé alega sonriente que “antes no estaba mal visto” legitimar desde la palabra determinadas lógicas patriarcales: “Todo el tiempo está este chiste en la obra: que antes no estaba mal visto. Está muy bien que empiecen a estar mal vistas y que las señalemos”, asegura Elisa.
La escritora, periodista, fundadora de Cooperativa lavaca e integrante del Laboratorio, Claudia Acuña, suma: “La obra está enmarcada en un ciclo que se llama ‘Escena y Asamblea’, ambas forman parte de esta propuesta. Nos parece que la comunicación está en un problema, está en un lugar muy feo y necesita hoy disciplinas más nobles para poder encontrar un destino que no sea el de las operaciones, la cloaca, el odio. Nos parece muy inspirador que sea a partir de todo lo que implica hoy la escena del arte”. Una vez finalizada cada función, se produce un encuentro con el público, coordinado por la psicóloga gestáltica Susana García, quien recibió y continúa atendiendo en su consultorio a varones que fueron denunciados y/o escrachados en los últimos años, como así también a mujeres que sufrieron abuso.
En esas puestas en común, aparecen muchos interrogantes. ¿Qué hacer con estos varones? ¿Cómo construir otras lógicas que deriven en otros vínculos libres de patriarcado? Susana reflexiona: “Es interesante que el arte tome este tema, lo muestre, porque en el caso de esta obra, toma el tema con coraje. Es una escena simbólica porque de algún modo, arbitrariamente elige a un hombre de un ambiente determinado cuando en realidad todos los ambientes se vieron afectados por la presencia de varones que abusaron de sus privilegios machistas”.
Rota: Decir lo indecible
Una mujer nos cuenta su dolor en un monólogo catártico. Así sabremos que su desgarro está ligado al abismo de la muerte y que su tragedia tiene doble cara: su hijo se quitó la vida, antes mató a su novia. La profundidad de la desdicha no cabe en su cuerpo, de la grieta de sus entrañas brota el desconsuelo y sale a borbotones por su boca. Está rota. Con este nombre –Rota– la obra teatral da voz a la madre de un femicida y es fruto de un trabajo colectivo de la escritora, dramaturga, directora y licenciada en Psicología Natalia Villamil, la actriz y bailarina Raquel Ameri y el actor y director Mariano Stolkiner. Hubo funciones hasta noviembre en el teatro El Extranjero y se repondrá el año próximo. El desafío de Rota fue poner el foco en el dolor de la madre del asesino, escuchar a quien no se le suele dar voz. Cuenta Natalia: “Quería poner el acento en esta madre sola, que no nombra nunca al padre del hijo y la masculinidad está encarnada en los diálogos que ella establece con la policía, cuando intenta saber qué pasó, cómo fue que su hijo llegó a esto”.
Los seres humanos somos animales de costumbres, asegura una mujer que aparece detrás de un alambrado. Menciona algunas de las suyas: cortar jazmines y silbar canciones de novelas. ¿A qué más podemos acostumbrarnos? Nos hace saber de un golpe recibido, y que no fue el único. Esa fragilidad está a punto de quebrarse por la ferocidad del hartazgo. Como vaca mirando un tren es el relato de una mujer atascada en la inercia, hasta que un día se produce el estallido. Con la impecable actuación de la actriz Laura Nevole, esta obra también lleva la dramaturgia de Natalia.
¿Cómo puede el arte plantear el tema de la violencia machista? “Considero la expresión artística –sostiene Natalia– como aquello que permite decir algo de lo indecible. Es una especie de frase cliché, pero es muy real a la hora de abordar algunas cuestiones que pueden llegar a ser imposibles de ser dichas en un plano más superficial, en el plano de la realidad. En el caso del teatro, se pueden abordar algunas temáticas y estar resguardadas por la metáfora que supone la ficción”. Su propuesta artística en el caso de estas dos obras, indaga en universos imaginarios difíciles de transitar, y entiende que el velo del arte actúa como efecto comunicador. “En lo que respecta a mi dramaturgia hubo siempre más bien un intento de resituar a la mujer en lugares diferentes de los que se puede pensar que tienen habitualmente. Los personajes que escribo son mujeres víctimas de violencia, pero que intentan sobreponerse, son activas, combativas, a pesar del sufrimiento. En este sentido el arte del teatro se articula directamente a un mensaje, que intenta proponer otro punto de vista. Por otro lado, contribuye a la visibilización de las violencias encadenadas a la condición de ser mujer. Ambas obras responden a la relación entre arte y violencia, es que hay veces que la gente busca al teatro para entretenerse, y me parece bien eso, por lo tanto que las obras puedan mantenerse en cartel significa también que hay otra parte que desea encontrarse con este tipo de material artístico. Tal vez en ocasiones pueden estar atravesados por cierto humor corrosivo y otras veces ser una tragedia feroz como es el caso de Rota. El lenguaje poetizado colabora para sostener la dureza de la trama, eso también se lo debemos al arte de las palabras”.
Mía: Fuerza y ternura
La actriz y médica psiquiatra Mercedes Bertuzzi escribió Mía, un biodrama en el que relata una parte de su historia personal. La obra la ayudó a sacar a la luz un hecho de violencia por parte de un ex. Transitó los años posteriores con mucha angustia y bronca y la escritura le permitió canalizar esas emociones en el texto, el objetivo era descargar. Luego comenzó a entrenar con la bailarina y coreógrafa Marina Otero y “ahí algo se destrabó, la vi, vi la obra”, afirma Mercedes. Cuando el texto estuvo listo, tomó conciencia de que no solo estaba describiendo su propia historia sino la de muchas otras y eso la impulsó a mostrarla. Además de Mercedes, están en escena la actriz Juliana Gotta y el actor Gonzalo Pungitore, con elles comparte amistad y son quienes la sostuvieron en los momentos difíciles.
No hay golpes bajos, sí hay emoción, ironía, risas: en una escena, dos niñas juegan a ser actrices, prueban vestuario y declaman en nombre del amor. Las palabras son extraídas de las típicas canciones románticas de cantantes famosos, las que hemos aprendido a lo largo de los años. “Para quienes fueron víctimas, no es fácil hablar. La violencia nos deja mudas, vacías, solas, no hay palabras que alcancen para explicar. El arte nos habilita un lenguaje a través del cual poder decir lo indecible, nos devuelve la voz, en la forma que cada una elija expresarse. Y para quienes son público, adentrarse a la temática desde una propuesta artística, creo que les permite hacerlo sin tantas resistencias. Te permite escuchar con otra disponibilidad. El relato atravesado por la dramaturgia, la música, los cuerpos. Mantiene su fuerza y su crudeza, pero es amortiguado de ternura, poesía, risa. Y eso permite que hablemos de violencia con personas que quizás no se acercarían de otras formas”.
Una vez terminada la obra, Mercedes escucha: “Presencié ese mismo diálogo”, “sentí exactamente eso”, “estuve en pareja con un tipo igual”. No solo es reparador para ella sino para muchas. “Romper el silencio es imprescindible. Me sigue sorprendiendo después de cada función, la cantidad de mujeres que se acercan a abrazarme emocionadas por haber ‘contado su historia’, estuvieron ahí mismo o acompañaron a otra. De todas las edades, todas las clases sociales. Es escalofriante, es triste. Pero es también esperanzador encontrarnos. Ya no nos estamos quedando calladas, estamos denunciando y estamos convencidas de cambiar esa realidad. El haber sido víctima de violencia ya no queda solo como una herida que duele y mejor callar y olvidar. Hoy somos víctimas enojadas, creativas y sobre todo, en red. Compartir Mía me abrió los ojos a eso… es mi historia, es la de muchas otras y por suerte, es parte de la historia que estamos modificando”.
Otra vez Rosaura: Ponerse en la piel
La novela del escritor Marco Denevi, Rosaura a las diez, publicada en 1955, se centra en el asesinato de una mujer que vive en una pensión llamada “La Madrileña”, en el barrio porteño del Once. El principal sospechoso del femicidio y otros testigos dan cuenta de lo sucedido y cada cual expone su versión de los hechos. Es un relato atrapante que mantiene el interés hasta último momento. Con base en esta novela, el grupo teatral La Zancada en coproducción con el grupo teatral entrerriano El Bardo, elaboró una obra durante la pandemia más estricta en cuanto a la presencialidad. Por eso la hacían por la plataforma Zoom, el público ingresaba, escuchaba las declaraciones, y se realizaba un juicio por jurados. “Retomamos ese material para laburar –cuenta la actriz, dramaturga y directora Carolina Ayub–, volvimos a leer la novela para ver cómo era ese mundo y resignificarlo porque no pasa lo mismo en la obra que en la novela. Pasan cosas distintas. Pero tomamos ese caso para ver qué pasa con una mujer que viene de otro lado, que empieza a vivir en una pensión, que no se sabe bien de dónde viene, que le cuesta conseguir trabajo”. La actriz, dramaturga y directora Aldana Pellican relata: “Nos acordamos de Rosaura a las diez porque todes la habíamos leído en el secundario, era un material que recordábamos, esa situación de las cartas, del suspenso, cada une eligió un personaje y escribió el texto”.
El mago y actor Nico Gentile interpreta a Ferdinando (Camilo Canegato en la novela de Denevi). Al igual que Camilo, es artista y con sus trucos de magia va ganando la simpatía de la audiencia. Aldana interpreta a la hija de la dueña de la pensión y tiene una mirada idealista sobre Ferdinando: “Lo defiende porque lo vio bueno, que trataba bien a todo el mundo, nunca la maltrató a ella entonces ¿por qué mataría a una mujer?”. Carolina se pone en la piel de la jueza, que si bien es la que maneja el poder “en la sala” también es maltratada por el fiscal. “La estructura base es esa, se escuchan los testimonios, se opina, el público les pregunta a quienes declararon. La culpabilidad o inocencia la decide el público. Tenemos dos finales, uno por si sale culpable y otro por si sale inocente”.
La Zancada está trabajando en la adaptación presencial de la obra que surgió como necesidad de hacer teatro “como se podía” durante las restricciones por el coronavirus. Carolina: “Cuando la montemos de manera presencial va a ser otra obra,con otras herramientas. Nos tienta la idea de que la gente venga a un juicio por jurados presencial, nos interesa que se pueda hacer en escuelas y trabajar la temática con les jóvenes”.
El arte une, convoca, concientiza, alivia, restaura, abraza. Y como sostiene Natalia Villamil, “es un modo de comunicar, de expresar, de canalizar, aunque resulten palabras hechas: es lo que nos salva”.